Distintos planteamientos, el mismo resultado

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El pequeño Guille, siempre sediento de experiencias y emociones por vivir. Para él los modelos teóricos no son suficientes, necesita tocar y sentir para poder entender.
No importa cuántas veces se caiga, incluso en la misma piedra. Si existe una mínima posibilidad de alcanzar su objetivo, lo intentará.
No teme a nada ni nadie salvo a una cosa: a perder una oportunidad para aprender, aunque sea de sus errores. Siempre planeando e inventando actuaciones en las que por la cantidad y la improvisación de las mismas, suele salir con algún golpe que otro y con una idea en su cabeza: «¿Qué ha pasado? ¡Tengo que intentarlo otra vez!».
Valiente y obstinado, con esa carita de «estoy aquí para comerme el mundo». El miedo no es rival cuando se plantea un objetivo.
Tan visceral que a veces se ciega y no puede pensar con claridad. Cualquier tiempo invertido en planear algo es tiempo desperdiciado. ¿Para qué planear cuando puede ir improvisando y corrigiendo sus acciones sobre la marcha?
No necesita anticipación ni premeditación. Las acciones son flexibles para él y lo que no le sirve es desechado, sin más apego.
Cuando se pone en marcha es muy probable que no haya fijado un objetivo a priori. Experimentar por el simple placer de experimentar, los objetivos ya irán viniendo a partir de la información que vaya obteniendo a través de sus sentidos.
Y termina el día con la paz interna que le da el sentir que no ha habido nada en ese día que le hubiera gustado hacer pero que por algún motivo ajeno a su propia voluntad, no ha podido hacer.
Entonces sale su lado más tierno y después de un día lleno de aventuras y valentía, me doy cuenta de que sigue siendo un bebé.  Me recuerda cuánto me necesita, que sigo siendo esa fuente de seguridad que es el motor de su vida.
¡Cuanto podríamos aprender de él algunos adultos! Tantas veces obcecados en ideas que no son más que preconceptos tóxicos y a pesar de ello, limitan tanto nuestra vida al tratar de planear nuestras acciones, partiendo de una idea equivocada.
Es un privilegio poder observar una mente libre de cualquier prejuicio y preconcepto, simplemente experimentando desde cero para poder entender.
Para Martina, la opción de fracasar no entra dentro de sus planes. Si existe la probabilidad de no salir airosa en su acción, es que no ha llegado el momento de hacerlo.
En otros aspectos de la vida es pasional, sentimental y se deja llevar, pero cuando se encuentra ante la posibilidad de cometer un error, su forma de actuar es muy diferente. En esta ocasión la sangre se le vuelve fría y se convierte en un felino. No se precipita, observa desde la altura. Sabe esperar, calcula todas las variables, contempla en silencio y sólo cuando lo ve claro, actúa.
No importa cuánto la animes a intentarlo, no conseguirás distraerla de sus objetivos ni moverás un pelo de su cabeza. Ella ya ha iniciado «su plan» y no interferirás en él.
Realiza todo un trabajo de integración y estudio de todas las posibles variables. Entrena incluso algunas habilidades que le pueden resultar de utilidad para alcanzar su objetivo cuando cree que no la ves.
La imagino haciendo espectaculares recreaciones de la escena en su mente, no hay lugar para la improvisación, todos los detalles son estudiados al milímetro. Una capacidad de autoconocimiento, asimilación y estudio de procesos que desde luego no está al alcance de todas las mentes, o al menos no de la mía.
A pesar de haberla visto en esta faceta suya en tantas ocasiones, no deja de sorprenderme semejante actividad cerebral en un cuerpecito que no llega al metro de estatura.
Tiene esa dualidad que tanto me apasiona. La prudencia extrema de no mover ni un músculo de su cuerpo hasta que su mente ha vislumbrado el mecanismo que con total exactitud y precisión, la conducirá al éxito. Pero también ese darlo todo y «jugárselo a una» cuando lo ha visto y confía en que lo conseguirá.
Ver la expresión de su cara segundos antes de lanzarse hacia lo que ella ya vislumbra como un éxito, segura de sí misma y de sus capacidades, es algo que para mí no tiene precio.
Muchos padres se asustan cuando la ven saltar o trepar. Yo siempre les digo: «Si ha decidido hacerlo, estad tranquilos que no se caerá».
Dos mecanismos adaptativos y de autoaprendizaje enfrentadamente opuestos y que al mismo tiempo, conducen a soluciones muy similares.
¿Acaso alguien se atrevería a decir a priori que alguna de ellas es más acertada que la otra? ¿Alguien se atrevería a juzgar actitudes tan espontáneas como estas, que surgen de lo mas profundo de la personalidad innata de unos niños?
Neurodiversidad en su estado más puro. Maravillosa diversidad presente en todos nosotros al nacer, tan natural como el ser humano. Diversidad que no se cuida, que es machacada por la sociedad desde edades muy tempranas para que todos puedan encajar dentro de esa caja diseñaba para «aprender la normalidad». Si alguien no encaja dentro no importa, ya se le irá apretando y moldeando a lo largo de los años hasta destruir su signo de identidad, hasta  que deje de pensar por sí mismo.
Quizás la acumulación de experiencias enseñe a Martina que hay ocasiones en las que algunas variables se nos escapan y no se pueden controlar de forma matemática, que equivocarse solo es una forma más de aprender.
Quizás llegue un día en el que a Guille deje de compensarle arriesgar tanto y empiece a ahorrar energías. Puede que un día comience a pensar las cosas un par de veces antes de lanzarse hacia el abismo.
Pero también puede que esos días nunca lleguen y que ésta sea su forma autentica y única de enfrentarse a la vida. No puedo prometerle a ninguno de los dos un camino lleno de rosas y días soleados como me gustaría.
Aun así, si pudiera pedir un deseo, mi deseo sería que, pase lo que pase, sean siempre ellos mismos.

 

 

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2 comentarios sobre “Distintos planteamientos, el mismo resultado

  1. «Neurodiversidad en su estado más puro. Maravillosa diversidad presente en todos nosotros al nacer, tan natural como el ser humano.»
    «No puedo prometerle a ninguno de los dos un camino lleno de rosas y días soleados como me gustaría.
    Aun así, si pudiera pedir un deseo, mi deseo sería que, pase lo que pase, sean siempre ellos mismos.»
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